Lorenzo de Ara Rodríguez
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Países ricos y países pobres. Todos juntos. Se huelen. Tocarse está bien.. El rico es así. El pobre es así. No todos somos así. Se sabe. Los países pobres andan preocupados porque se les acaba el chollo. Oiga usted. Los pobres, con menos todavía, pero unidos enseñando los dientes. "Hola, qué tal". "Yo bien". "Jodidos los dos". "Es la crisis, que no da tregua". "¿Crisis? Para crisis la mía, que llevo con ella toda la vida".
Los ricos, imbuidos de caridad, -seguro que han leído la última encíclica del Papa-, entregan dinero, blanco o negro, eso da igual, al continente donde siempre hay moscas en las fotografías. El hambre es una plaga que no termina de marcharse. Incluso puede que se instale en los sitios, tribus, aldeas, ciudades, capitales de esos paraísos de neón. ¡El hambre en Europa! Hecho.
La cumbre del ge, guión, ocho, a la que se unen los otros, porque son invitados, servirá como siempre para poco. En las cumbres siempre falta algo de oxígeno, y sin oxígeno los cerebros se ralentizan. Se piensa poco. ¡Es la política!
Zapatero ya se mueve por esa región italiana sacudida y destruida por un terremoto, buscando en los rincones al Obama con el que está convencido de que cambiará el transcurrir del tiempo en el universo. Los dos, apegados a la realidad, transformarán el mapa de lo tangible. Obama, por supuesto, no se lo cree, pero Zapatero, tan necesitado de heroicidades, se apunta a un bombardeo. En su casa no lo quieren, porque ya conocen el andar del vocero. Mentira tras mentira, incumplimiento tras incumplimiento, el presi se ha quedado con sus ministros y sus cuatro millones de parados.
La riqueza no dura siempre y no está bien administrada. Los pobres no tienen nada que administrar. Se entretienen contando moscas. Nacen y mueren sin apenas enterarse de que han vivido. Los ricos, obsesionados por la crisis que cierra bancos, no tienen vía de escape.
Todos pobres, al final todos pobres. Feos, flacos, viejos, embrutecidos, famélicos, atosigados por las moscas y los terremotos.