El tradicional baño ritual de las cabras en el muelle pesquero del Puerto de la Cruz constata la pervivencia del pastoreo isleño en el Valle de La Orotava, como una economía de subsistencia. Una costumbre secular que coincide con la llegada del solsticio de verano y con la fiesta de San Juan, vinculada a la pureza y limpieza del ganado caprino y ovino, en su contacto con el mar, y como símbolo de fecundidad. La playa del refugio pesquero de la ciudad turística reunió en torno a las 2.000 cabezas de ganado caprino, ovino y caballar, procedentes de Benijos, La Perdoma, y San Antonio (La Orotava), San Nicolás, La Laguna y Los Realejos, en lo que constituyó todo un reclamo para los vecinos y turistas que entraban en contacto con uno los oficios que, si bien se encuentran en declive por la presión demográfica y la incorporación de otros usos, intenta sobrevivir en su trashumancia entre el campo y la ciudad, o abrirse paso en territorio que se reduce cada vez más por el auge urbanístico y el desarrollo.
Carmelo Morales forma parte de una estirpe de cabreros de los altos del Valle de La Orotava, representado en su padre Adriano, en su familia ya hay tres generaciones dedicadas al cuidado de las cabras, y asegura que, pese a las trabas y dificultades que marcan el progreso y la expansión de los asentamientos urbanos, se mantiene, prácticamente, intacto el pastoreo. Pero también se refirió a prominentes cabreros como Stanislao (“El Abejón”), Bartola (San Antonio) Adriano (La Perdoma), Augusto y Pablo. Asegura que la producción lechera caprina y derivado es de mayor calidad en la trashumancia que la obtenida con cabras confinadas en corrales y aboga porque se mantenga el pastoreo como una de las señas de identidad de esta modalidad ganadera. Precisa que “la leche de cabra encerrada en granjas no tiene el mismo gusto que la de aquellas que se crían o pastan libremente en el campo”.
Sostiene que “la tradición del baño de las cabras sigue igual y que, por ahora, no corre peligro de desaparición. Por estas fechas, se acostumbra soltar los machos cabríos para fecundar las cabras, para que en invierno, con el rebrote de los pastos, hayan nacido los baifos y baifas”.
Este pastor considera que “el trabajo de cabrero es bastante sacrificado, requiere dedicación plena al ganado. Es un oficio con el que hay que convivir día y noche y tiene que gustar. Si no se alimentan las cabras no dan leche”.
Marcos Rodríguez Díaz confiesa que es natural del Puerto de la Cruz, pero que gran parte de su vida ha estado en contacto con el pastoreo y echó de menos la figura entrañable de Chucho Dorta “Benahuya” como valedor de la tradición del baño ritual de las cabras, al tiempo que destaca la labor divulgadora e investigadora del profesor Manuel J. Lorenzo Perera.