La idea de instalar un teleférico entre la ladera y playa de Martiánez ha vuelto a despertar pasiones encontradas entre los sectores económicos y sociales y ecologistas que apoyan y desaprueban la iniciativa. Se reabre un viejo debate que surgió en la década de los noventa del pasado siglo y que sólo se quedó en los ecos de las tertulias y presentaciones efectuadas en el Casino Taoro. Ahora, cuando ya se ha sustanciado un proyecto, todo parece indicar que esa propuesta va en serio y que podría tomar cuerpo si las instituciones públicas se decantan por facilitar la acción privada en este ámbito.
Los partidarios del teleférico consideran nulo el posible impacto medioambiental con su instalación, dado que las obras se integrarían en el entorno de la ladera a la altura de La Paz, y el cable que sujetará la cabina, apenas será perceptible, según se ha podido apreciar en una muestra del diseño asistido por ordenador. Incluso apuntan los beneficios económicos para la ciudad con la creación de 40 puestos de trabajo directos.
Sin embargo, los detractores, los taxistas y ecologistas exponen aspectos tan dispares como las repercusiones sobre sus ingresos al surgir un nuevo medio de transporte más barato y rápido (sería como un salto sobre los atascos cotidianos) entre la avenida de Colón y la urbanización La Paz, y el impacto ecológico sobre el paisaje. En este punto, queda decir que el Puerto de la Cruz es una masa urbana con pocos elementos a conservar, debido al efecto degradante de la expansión urbanística derivada de su dimensión turística.
El Puerto de la Cruz necesita atractivos para no perder el ritmo de crecimiento como destino turístico de primer orden y el proyectado teleférico podría ser uno de los incentivos para enriquecer su oferta, pero atendiendo al criterio de respeto con el entorno.