12 noviembre 2008

Hablemos de economía

Por L. Soriano ___________________________________

La delgada línea que separa lo elegante de lo hortera, la clase de la chabacanería, la prudencia del error, es tan frágil como la que separa la solvencia de la liquidez.

Si, la solvencia, en lo bien entendido es la ausencia de deudas o la proporcionalidad de estas respecto a los respaldos que las apoyan o avalan, la atención rigurosa a los pagos u obligaciones que se contraen, y la ausencia de riesgos, más allá de lo que se pueda permitir o afrontar. Casi todas estas variables que conforman la solvencia, son manejables, y manejadas por un buen y leal administrador, hacen de verdad a una empresa, cualquiera que sea su dimensión, sólida, segura y fiable. La liquidez, en cambio, es un parámetro más difícil de controlar. No depende de los errores propios, ni de los clientes solamente o de nuestros deudores, sino de elementos exógenos a nuestra gestión y de la impecable actuación de un solvente redomado que difícilmente puede preveer los errores de los demás. Los solventes, que se quedan sin liquidez, están abocados a la insolvencia en breve, ya que lo verdaderamente liquido es el dinero y tenerlo “apalancado” hasta ver si hace falta, no sólo es carísimo en términos de comparativo, sino en términos reales, y sobre todo fiscales. Y hasta ahora parecía un disparate. Hasta ahora. Nos obligan a Invertir o a gastar para no poner trabas en las ruedas de la economía, pero a su vez, no nos garantiza nadie, el buen fin de nuestros esfuerzos, productos o ahorros. Así pues, el solvente deviene en insolvente por falta de liquidez, dado que esta se produce antes de que tenga oportunidad de sacar al mercado las garantías de su solvencia, entre otras razones porque en retroceso, es muy difícil realizar los activos, los que se realizan son a costa de “perdidas” fuertes de patrimonio y no siempre con cobros ciertos en efectivo. Ocurre esto hasta en fondos de pensiones que los depositarios de los mismos han asociado a mercados de riesgo, a mercados variables y sobre todo, a cubrir sus cuantiosas aventuras empresariales, que hacen que la labor de “in vigilando” o anticipando, no la realicen con prontitud por proteger sus intereses las mas veces “inadecuados” y poco favorables a los impositores. Así pues, esto es algo que nos afectará a todos, al empleo sobre todo, a los que puedan financieramente despedir a parte del personal, mal menor para salvar a resto, y a los que no puedan con lo que abocarán al cierre a muchas empresas. Pocos se escaparán, de esta crisis, por lo que hay que agudizar el ingenio, reducir superfluos y sobre todo, adelgazar al Estado “improductivo”. Ya no hay chocolates de loro, todo céntimo es importante y necesario. A reflexionar.