04 septiembre 2005

BUENAS PRÁCTICAS EN POLÍTICA

Un buen político que se precie se dedica por entero a procurar el bien común de la sociedad desde el gobierno, la oposición o la actividad extra institucional. La honradez y el decoro se les supone como el valor al soldado. Nadie, que se sepa, por ahora, y espero no equivocarme, está exento de cometer errores, de equivocarse o descarriar de la senda trazada. El ejercicio de la política es inherente a la condición humana, no se entiende al hombre fuera de su entorno social y gregarismo. Los lobos y las ovejas tienen en común que viven en manadas, pero como especies tienen sus diferencias bien acusadas e incluso mortalmente contrapuestas. Las instituciones públicas denotan un grado de crispación considerable, reflejan, en cierto punto, el pulso de una sociedad más agresiva e intolerante, pero también más laxa y disoluta en cuando a la conservación y protección de valores esenciales de la condición humana. Las apariencias cobran tanto protagonismo que suplantan la realidad y nos conducen a escenas realmente patéticas y grotescas, donde las fábulas de Iriarte y Samaniego adquieren todo su vigor en un entorno de picaresca. Somos tan especiales y absurdos en el despilfarro de la confianza que encomendamos a los zorros el cuidado de los gallineros y así nos va con la merma de los huevos de oro representado en suculentos aumentos de producción interna, pero que contrastan con vergonzosos e insoportables niveles de pobreza; y somos tan ocurrentes que invitamos al ex presidente de los Estados Unidos de América, Bill Clinton, para que nos ilustre sobre cómo socializar la miseria en la que viven los pueblos de todos los mundos posibles imaginados por nosotros. Me refiero al primero, segundo, tercero o cuarto mundos, vaya usted a saber cuántos. En todo caso, bienvenido sea el presidente número 42 de Estados Unidos, coartífice de los acuerdos de Oslo de 1993, que, pese a todo, es una piedra angular para el establecimiento de una paz duradera en Oriente Medio. Políticas activas de empleo y menos subsidios ociosos y protección de la familia tradicional, la infancia y personas mayores son aspectos que influirán en una mayor autoestima de la sociedad. Para lo que estamos viendo actualmente, muchos políticos están por demás, independientemente del color ideológico, si es que hay alguna idea defendible.