12 noviembre 2006

Araujo advierte sobre los retos y riesgos del turismo para el medio ambiente

El naturalista y periodista presentador de series de televisión y documentales y presidente del Gran Simio España, Joaquín Araujo, afirmó en el Puerto de la Cruz que Canarias puede ser punta lanza para corregir los errores del urbanismo y del turismo y destacó que es la comunidad autónoma que más depende del sector servicios. Asimismo, reconoció en una conversación con ACTUALIDAD DEL PUERTO DE LA CRUZ que si desapareciera el turismo sería catastrófico para Canarias. El prestigioso periodista intervino en la II Semana Científica “Telesforo Bravo”, que organizó el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, con sede en el Puerto de la Cruz, bajo la coordinación científica de Jaime Coello Bravo. Araujo indica que “ninguna actividad humana, por desgracia, puede hacerse fuera del tiempo y del espacio, dado que administra muy mal el tiempo y devora espacio; se convierte en una relación de dominante dominado; incluso tiene no poco de agravio, porque, psicológicamente hablando, al ser el turismo un sector de servicios resulta que el siervo, que es el turista, se convierte en señor demasiadas veces. Se podría jugar con términos literarios: el turismo se convierte en algo despótico; en alguien que hace mucha gala de responsabilidades encadenadas y que abusa considerablemente de su privilegio”. Subraya en relación con la relación turismo, sostenibilidad y medio amiente que “las cosas no están tan claras. El turismo deja muy poco dinero, no contribuye a la fiscalidad de los países receptores. Apenas aporta nada, algo que pudiéramos llamar sistema de compensaciones reales por el uso del territorio. El turista convencional usa entre un 30 y un 50 por ciento más del agua aborigen que el residente; suele gastar entre un 50 y un 70 por ciento más energía y hasta puede ser considerado como una de las fuentes principales de contaminación atmosférica porque el transporte en general, y en particular, el avión son fuentes de polución que alcanzan al 30 por ciento del cómputo global de la contaminación de la atmósfera. A todo lo que se gana con el turismo habría que restar lo qué ha ocurrido con la destrucción del territorio, cuánto valía, que ha pasado con el C02 (dióxido de carbono) y cuánto vale controlarlo, y por qué se tiene que gastar un turista un 50 por ciento más de agua que un residente de toda la vida en el Puerto de la Cruz”. El prestigioso naturalista advierte de que tales circunstancias pueden tener la dimensión más tremenda de cuantas cosas suceden desde el punto de vista global, pero en el caso particular de España existe un descontrol absoluto sobre la planificación territorial y que “precisamente no es tolerado por el turismo ni por la tendencia de creación de segundas residencias por parte de ciudadanos europeos, que en el caso del litoral del Mediterráneo, en los últimos 12 años se han contraído el 50% más de viviendas que en los 4.000 anteriores”. Apunta un dato que “la mitad del cemento de la Comunidad Económica Europea se gasta en España y la mitad del cemento de este país se emplea en la región de Murcia. Un país con 3,5 millones de viviendas vacías tiene planificados otros seis millones a construir. Un país que tiene 300 campos de golf quiere instalar otros 1.300 más y todo esto está bajo el paraguas del turismo. El ambiente no puede soportar por mucho tiempo más el modelo, se pueden soportar muchas formas de viajar, de descansar y de disfrutar, pero la que está vigente ahora mismo es incompatible; no hay forma de que casen”. Joaquín Araujo previene de que “si continúa esta tendencia se acabará degradando de tal forma el territorio, las tramas de la vida, los ciclos, las fuentes de aprovisionamiento”. Los agentes económicos, sociales e institucionales tienen que sentarse a reflexionar sobre cómo desarrollar el turismo de otra forma, “porque cada día que se pierda en esa pausa, o por lo menos en una desaceleración para ver qué se puede hacer, cuando dentro de 12 años acabe el Protocolo de Kyoto, máxime cuando está 40 veces por debajo de la exigencia mínima necesaria para restablecer los equilibrios en la atmósfera, y nos degradamos por que no hay forma de cumplir, y con el turismo pasa un poco lo mismo”.