15 marzo 2009

Por Sole y por Piedad

Reproducción del cartel de apoyo a Soledad Perera
La convocatoria de una manifestación de solidaridad con la madre preadoptiva de Piedad, declarada en desamparo, Soledad Perera, para el 28 del presente mes, en la plaza de Europa del Puerto de la Cruz (Tenerife), a partir de las 11 de la mañana, debería ser el marco para reclamar la revocación de la sentencia dictada por un Juzgado de Las Palmas de Gran Canaria, que la condena a ocho meses de cárcel “por desobediencia”, o para que en instancias superiores se revise, y si no es así que se reclame el indulto ante el Gobierno del Estado. Si bien se parte del respeto escrupuloso con la Justicia, con arreglo a la Constitución, y demás ordenamiento jurídico, el fallo, que tanta desazón ha provocado en amplios sectores de la sociedad, sería un precedente desafortunado porque equivaldría a primar “el palo y tente tieso” ante acciones similares en el futuro sin entrar a razones sobre implicaciones estrictamente humanas, en aras del principio de aplicación de la ley por la ley. Ya decía el filósofo alemán Kant que para ser libres hemos de ser esclavos de la ley, ¿pero de qué ley? Claro está que se refiere a la ley de los hombres. Ley, justicia y derecho son conceptos distintos, pero que se entienden deben servir a un bien supremo. En todo este proceso hemos podido asistir a una lección magistral de amor, encarnada en una madre preadoptiva, como lo es Soledad Perera, y a un cúmulo de despropósitos de las distintas administraciones, salvado quede su “buena voluntad” o “mejor hacer”, que no se puede compartir, y los hechos hablan por si mismos desde el inicio del litigio por la niña Piedad, declarada en desamparo, precisamente, cuando se dictaba el fallo condenatorio contra su madre preadoptiva. Desde el respeto a las decisiones judiciales y a la independencia del poder judicial, apelamos a una brizna de humanidad, sin que ello comporte caer en la prevaricación, puesto que si así fuere, esta reflexión en voz alta, carecería de sentido.Ánimo a Soledad Perera, a su familia y todos quienes, desinteresadamente, les apoyan, y no perdamos de vista que el objeto de esta lucha humanitaria y solidaria es la niña Piedad.